El Acoso Laboral, es tan parecido o igual al Acoso Sexual, que sufren las trabajadoras, es casi invisible en nuestro país, porque siendo mujeres muchas mujeres no se solidarizan, al contrario, exhiben excusas de "ella es la culpable y provoco", temas como esto es importante y necesario que levanten los Sindicatos, no se puede quedar impune un hecho así, ni justificarlo, ni apañarlo, ni decir que es "algo personal" del trabajador o trabajadora. El de mejorar el "ambiente laboral" pasa por trabajar en paz y armonia con todos/as, las relaciones humanas no solo depende de la patronal, depende tambien del Sindicato.
Si queremos seguir en nuestro trabajo es necesario que no se trabaje bajo presión, aunque algunas personas alegan que las cosas le salen mejor, es el desgaste no solo mental, sino fisico y espiritual, el llamado "moblogin" que en Europa se esta desterrando de a pocos, no debe de permitirse en el Perú, no somos máquinas, antes somos seres humanos con derechos. Los Sindicatos tienen la última palabra. ____________________________________
Ricardo Saenz - Opinión
El acoso laboral
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
define el acoso moral o psicológico como la 'práctica ejercida en las
relaciones personales, especialmente en el ámbito laboral, consistente
en un trato vejatorio y descalificador hacia una persona, con el fin de
desestabilizarla psíquicamente'
08-02-2008 - Por su parte, la justicia define la
situación de acoso laboral como aquella "situación contextual en el
ámbito laboral, prolongada, sistemática y recurrente, en la que se
ejerce una violencia psicológica mediante acciones u omisiones
preconcebidas, conscientes y voluntarias, carentes de justificación".
(Sentencia 4242/2006 del TSJ de Valladolid).
Dejando aparte definiciones más o menos académicas, por acoso laboral
se entiende un conjunto de acciones encaminadas a quitarse de en medio
a un trabajador que resulta molesto para su jefe y, en ocasiones, para
sus compañeros. En unos casos será porque, en opinión del jefe, ese
trabajador resulta poco rentable; en otros, por envidia o como venganza
porque el trabajador sea poco sumiso. Lo primero sucede con más
frecuencia en el ámbito de la empresa privada; lo segundo en el de la
Administración pública. Este comportamiento es más común de lo que
parece, y sigue habiendo una relativa permisividad hacia los
acosadores, porque el daño que causan tarda mucho tiempo en hacerse
evidente y porque, en un alto porcentaje de los casos, la víctima opta
por rendirse y abandonar su puesto de trabajo antes de arriesgarse a
seguir un camino que, con mucha probabilidad, sólo le acarreará más
problemas y un deterioro de su calidad de vida y de su salud.
Tristemente, la gran mayoría de los casos que se denuncian queda sin
ser investigada o se resuelve favorablemente para el acosador por falta
de pruebas. A día de hoy, el acoso laboral sigue sin aparecer
tipificado como delito, aunque la Constitución española, en su artículo
15 nos reconoce a todos el derecho a la vida y a la integridad física y
moral, y en su artículo 18.1, nos garantiza el derecho al honor, a la
intimidad personal y familiar y a la propia imagen.
El acoso psicológico en el puesto de trabajo suele tener tres actores:
1.- El acosador, que es casi siempre el jefe, encargado o superior
jerárquico de su víctima. Suele ser una persona moralmente enana,
aquejada de una miopía que le impide ver en los demás a otros seres
humanos, de alma cetrina, ego rechoncho, inflado por los aduladores que
lo rodean y que son sus cómplices, a veces activos y siempre por
omisión de su deber de denunciar y no consentir tal comportamiento. Con
frecuencia es un cobarde, incapaz de enfrentarse a su víctima cara a
cara y por derecho; prefiere sembrar insidias y azuzar al grupo de los
dóciles, timoratos o envidiosos que ven la posibilidad de conseguir
algún despojo de la víctima –el cargo que ocupa, su despacho, su
complemento- si consiguen acabar con ella.
2.- Los cómplices, por acción u omisión, son con frecuencia un grupo
numéricamente significativo de compañeros de la víctima. Movidos sobre
todo por el miedo de caer en desgracia y sufrir los mismos daños que
ellos contribuyen de manera decisiva a infligir, pero también por
envidia de un compañero que suele ser más apto para su trabajo, y a
menudo por la esperanza de alcanzar alguno de los "privilegios"
laborales que dejará ese compañero si por fin consiguen echarlo.
Procuran lavar su mala conciencia pensando que algo habrá de cierto en
las insidias y murmuraciones vertidas por el jefe y buscan confirmación
en la mala cara que inevitablemente se le va poniendo a la víctima.
Quién no ha vivido situaciones parecidas, en el patio de un colegio,
por ejemplo, donde un matoncillo atemoriza a los más débiles ante el
silencio y la pasividad del rebaño, que presencia la paliza con una
mezcla de regocijo, vergüenza y alivio por no ser ellos las víctimas.
Pero, en el caso laboral, suelen dar un paso más y se convierten en
colaboradores activos para ganar méritos a los ojos del acosador.
3.- La víctima, por lo general un trabajador concienzudo y responsable,
independiente y fiel a sus principios. Esto lo hace doblemente
vulnerable, pues genera malestar en los jefes ineptos y envidia en los
compañeros peor dotados de cualidades humanas y laborales. Tiene que
soportar miradas, contestaciones, silencios, ocultaciones de
información, discriminaciones, distintas varas de medir en función de
las personas. Tiene que andarse con pies de plomo, y ni aún así: diga
lo que diga, y haga lo que haga, será interpretado y valorado de la
peor manera posible. Y no podrá ni defenderse, porque nunca nadie le
dirá a la cara de qué se le acusa.
No todo es, sin embargo, negro panorama para el acosado. Como en el
cuento del emperador y su traje nuevo, la situación se sustenta sobre
un castillo de naipes: basta que uno de los compañeros dé un paso al
frente y diga en voz alta que ese comportamiento es inmoral e
intolerable para que caiga el castillo entero y quede el acosador
aislado, expuesto y desarmado.
Mientras eso llega, sin embargo, las víctimas de acoso no deberían
quedarse quietas. En primer lugar, es aconsejable que recurran a su
comité de empresa o junta de personal, que les informen de la situación
y les pidan amparo. Se echa en falta, además, una asociación de
víctimas de acoso laboral, una petición a las organizaciones políticas
–ahora que estamos entrando en campaña electoral- de medidas
preventivas y punitivas, y una actitud social de tolerancia cero frente
a este comportamiento que, como la violencia machista y tantos otros,
se ceba en los más débiles.
Heraldo de Soria