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Luchas libres a principios del Siglo XX
Por Jorge Paredes - 22 de Diciembre, 2006, 20:40, Categoría: General
Una nota interesante, recogido del El Dominical de El Comercio del día 18 de junio del 2006. Autor es Jorge Paredes; queremos aclarar que hay algunas apreciaciones que no compartimos pero no por eso desmerece el artículo publicado en estas páginas.....
MOVIMIENTOS ANARQUISTAS
LUCHAS LIBRES A INICIOS DEL SIGLO XXLa utopía libertaria en el Perú
Este es el título de un volumen que rescata las luchas obreras de principios del siglo veinte por la jornada de las ocho horas de trabajo a través de los documentos de dos de sus líderes: los panaderos Manuel y Delfín Lévano.
Por Jorge Paredes.
Acaba de aparecer la utopía libertaria en el Perú ( Fondo Editorial del Congreso), que recoge el espíritu de los obreros anarquistas de inicios del siglo XX, padres de la lucha por las ocho horas de trabajo. Conversamos, con Cèsar Lévano, uno de sus autores y nieto e hijo de estos pioneros.
1901, El siglo veinte se inicia en Lima con una huelga de panaderos. La ciudad acostumbrada al consumo de pan ( en la panadería popular de la época se podía encontrar hasta trece variedades), siente la pegada. A partir de entonces se sucederán diversas paralizaciones en 1904, 1906, 1909, 1912, 1913, 1915, 1916 hasta la consecución de la jornada de las ocho horas de trabajo en 1919. Los gestores de estas luchas fue un grupo de obreros panaderos olvidado por la historia oficial, que sin embargo logró organizar a los diversos sindicatos de Lima y otras ciudades alrededor de las ideas anarquistas de Manuel Gonzáles Prada. Eran tiempos difíciles. Estos hombres tenían que trabajar de noche, de doce a quince horas, en condiciones paupérrimas, y su despido dependía más o menos del humor del capataz de turno. Aún así se dieron tiempo y maña para organizar a los dispersos gremios obreros, escribir artículos, editar periódicos, animar veladas sindicales y fundar centros culturales en Barrios Altos, El volumen es una compilación de discursos, artículos, manuscritos, conferencias y material poético y en prosa del movimiento y su coautor –junto a Luis Tejada-es el periodista y profesor universitario César Lévano, hijo y nieto de estos dos pioneros. De voz sosegada, pero vigorosa, Lévano siente que ha pagado un tributo personal e histórico, pues el libro no es solo un relato intimista de dos luchadores sociales, sino también una fuente indispensable para los historiadores, quienes, en adelante, no podrán eludir los hechos que aquí se narran. “ Para mi ellos son como los Guamán Poma del movimiento obrero inicial, dice.
¿El libro es una recompensa histórica de los obreros anarquistas de inicios del Siglo XX? El movimiento anarquista peruano tiene como maestro a Manuel Gonzáles Prada. Ese aristocratismo que se le reprocha a Gonzáles Prada no es cierto. Él iba al callejón donde yo nací (Jirón Mapiri, hoy Aljovín) a visitar a mi padre. Esa fue la gran influencia ideológica de ellos. Él les enseño, sobre todo, que las reinvidicaciones sociales no servirían de nada si el trabajador no tenía un afán por la cultura y la dignidad. Y no solo el trabajador de la ciudad, sino también el indio y el campesino. Hay huellas del trabajo de los anarquistas en Lima, Trujillo, Chiclayo, en la sierra central, Cusco, Puno. Es evidente que este movimiento ayudó al nacimiento del APRA y del Partido Socialista de Mariátegui y también fue fuente del indigenismo de los años veinte en el Cusco, muchos de sus miembros eran ex anarquistas o anarquistas.
El movimiento tenía como padres intelectuales a los anarquistas rusos. Yo creo que la mayor influencia no fue Bajunin, sino Koprovski, el príncipe ruso. Pero a diferencia de los anarquistas de otras partes, que eran violentos, ellos nunca incidieron en un acto terrorista, nunca pusieron una bomba ni mataron a un gobernador, ni aun presidente, jamás. Su interés mayor estaba en organizar el movimiento obrero, después buscaban la reivindicación social y un componente importante de su discurso fue su vocación de cultura y su sentido de lo nacional. Luego, tenían un sentido ético y moral muy grande y el valor que más proclamaron fue la solidaridad. En el pabellón de los tejedores de Vitarte esta la palabra “Solidaridad”, que según me contó Héctor Merel, un vitartino de la época, fue puesta por mi padre.
¿Ochenta años antes de Walesa? (Risas). Sí, pues. Ese sentido de la solidaridad y desde luego su apartamiento de la política. Hasta el último, ellos no creían ni en el aprismo ni en el socialismo. Creían más en una especie de utopía libertaria, que el movimiento obrero podía hacer colapsar al capitalismo, sin la ayuda de ningún partido.
Una aclaración importante del libro es sobre quiénes fueron los gestores de la jornada de las ocho horas, ¿Haya no fue el padre de la idea como muchos piensan? En el libro se recoge el discurso de mi abuelo del 1º de mayo de 1905, donde él plantea la conquista de las ocho horas. También se reproduce el fragmento del estatuto de
Sobre la actividad cultural de los anarquistas, siempre me causó impresión cómo, siendo obreros, podrían tener ese gusto por el teatro, la poesía, incluso la ópera. Lo interesante es que tanto el Centro Apolo (creado en 1906) como el Teatro de Vitarte eran de obreros. Ellos ponían obras teatrales de Florencio Sánchez, quien es hasta ahora el mayor autor teatral que ha dado América Latina, y quien creó
¿Cómo eran estas jornadas culturales? Eran veladas. Hacían el programa en los capillos de bautismo, y uno se asombra de lo que ahí se anunciaba: primero se cantaba la internacional, que era el himno de los trabajadores; después alguien recitaba; y otro obrero cantaba una aria de opera, algo increíble. Y después, venía la fiesta propiamente dicha. Los sindicatos eran movimientos sociales y culturales.
Cuándo salió Horas de lucha, el libro de Gonzáles Prada, se hizo una gran velada para recibirlo. Si, pero la más importante fue la del 1º de mayo de 1905, cuando González Prada pronunció su discurso El intelectual y el obrero, un acto decisivo en el sindicalismo peruano, que tuvo un peso y una trascendencia enorme,. En esa misma ceremonia mi abuelo pronunció el discurso donde reclamaba por las ocho horas de trabajo. Ambas intervenciones fueron publicadas en
El libro también recoge importante material en prosa y en verso y muchos textos son firmados por Lirio del Monte, ¿quién era este personaje? Era mi padre. Se llamaba Delfín Amador Lévano Gómez y a veces firmaba como Amador Gómez. Mi abuelo también firmaba a veces como Manuel Chumpitás o Comnalevich. Pero normalmente mi padre era más literato.
Ahí se recoge el cuento “Noche de Navidad”, que es un relato áspero, de gran intensidad, y que denota, además, el nivel cultural de su autor. Pocos podrían pensar que se trataba de un trabajador panadero de entonces. Sí, cuando estábamos armando esta edición, Rafael Tapia, (del Fondo Editorial del Congreso) se sorprendía de la energía de estos hombres. Tenían un estilo de luchadores, que entregaban el alma, aunque siempre eran equilibrados emocionalmente.
¿Y cómo se fue apagando el movimiento? Surgió la división, y al mismo tiempo fue emergiendo el aprismo y después el socialismo. Pero también hubo una represión muy fuerte durante el gobierno de Leguía y después durante las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides. Entonces, quedaron los apristas y comunistas, que tenía ideas más modernas. Pero se perdió ese sentido del sindicato como instrumento de cultura. Ahora para el 1º de mayo hay sindicatos que organizan bailes, juegos de fulbito y ni se acuerdan el significado de esta fecha. |