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El Sindicalismo de Clase como referente para una cultura de izquierdas

Por Boletin COMFIA. - 2 de Octubre, 2006, 17:57, Categoría: General

vie 29 sep 2006 07:15:00 CEST

El sindicalismo de clase como referente para una cultura de izquierdas

Rodolfo Benito: «El sindicalismo de clase tiene que restituir, incluso incrementar, su protagonismo como referente para una cultura de izquierdas»

Rodolfo Benito Valenciano es presidente de la Fundación Sindical de Estudios y como tal está impulsando una serie de trabajos, reflexiones y análisis sobre el futuro del sindicalismo y los nuevos retos a los que debe enfrentarse motivados por la fragmentación, la precariedad, la individualización de las relaciones laborales y también sobre los efectos que esta situación provoca. En un reciente trabajo se interroga si esta situación «¿desideologiza y genera algo más que desorientación? Pues parece que sí, y su primera expresión, que no la única, no es otra que la de amplios colectivos que están al margen de los sindicatos. Este proceso de desideologización, de desorientación ¿penetra en las direcciones de los propios sindicatos?, este es, sin duda, otro de los riesgos». Entrevista publicada en Madrid Sindical (pulsar aquí para descargar pdf).

P. ¿Qué tiene que decir con respecto a la opinión de que los sindicatos están perdiendo capacidad de influencia en la sociedad?
R. Soy un convencido de la importancia del sindicalismo, no sólo para la defensa de los trabajadores, sino como factor de estabilidad democrática en cualquier país. No sé si estamos perdiendo capacidad de influencia en la sociedad, o si estamos ante una crisis de identidad o ante una encrucijada motivada, entre otros aspectos, por la realidad cambiante de un mundo globalizado, con transformaciones de las relaciones laborales y sociales que precisan nuevas formas de organización y nuevas respuestas del movimiento sindical, pero es necesario reflexionar sobre lo que está pasando. El sindicalismo de clase es hijo de la revolución industrial, y en la actual sociedad postindustrial debe adaptarse, asumiendo nuevas formas de organización y de acción, y hacerlo desde los valores que le son propios: la solidaridad, la igualdad, la justicia y la libertad.

P. Desde su punto de vista, ¿cuáles son las características fundamentales de esta nueva realidad?
R. La nueva realidad viene marcada por la globalización de las empresas, la descentralización productiva, con la consiguiente estela de mercado de trabajo fragmentado, altos niveles de desregulación, precarización, subempleo, marginalidad y, en definitiva, una mayor vulnerabilidad de la clase trabajadora, lo que obliga a una actuación que fortalezca la acción sindical de carácter supranacional y también localmente, porque en un mundo cada vez más interdependiente, para garantizar los derechos que los trabajadores de sectores más poderosos han conseguido, tienen que extender esos derechos a nuevos trabajadores, porque los derechos sólo pueden defenderse si se hacen extensivos a los demás.

P. Las tesis liberales, tan en auge en ese mundo globalizado, señalan el diálogo y la concertación social como un lastre para el desarrollo económico…
R. Los defensores del liberalismo trabajan en esa dirección, lo suyo es potenciar el individualismo y la mercadería. Pero el papel del sindicalismo es la lucha por la conquista de derechos y por su consolidación. Y estos derechos no sólo se defienden en el marco de las empresas; por tanto, el sindicalismo ha de reforzar su capacidad para presionar, negociar y acordar, de unir voluntades políticas, sociales e incluso mediáticas. Y esta lucha engloba naturalmente la defensa del Estado del Bienestar, puesto en cuestión por los defensores del liberalismo. En resumen, se enfrentan dos visiones del mundo y donde el papel del movimiento sindical es imprescindible como factor de cohesión social. En mi opinión, el sindicalismo confederal representa intereses generales con claras raíces en la izquierda social, y esto lógicamente está en las antípodas del liberalismo.

P. Gran parte de esos cambios están ligados al uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. ¿Utiliza el sindicalismo organizado estos recursos?
R. Creo que los utiliza de manera insuficiente, porque las tecnologías de la información y la comunicación constituyen un sector emergente a la hora de crear empleo y, además, la generalización de estas tecnologías ha superado barreras de espacio y tiempo, incluso la frontera de lo laboral, lo económico, lo social y lo político, y esto afecta a los agentes que les representa. Por tanto, el movimiento sindical no puede permanecer al margen de los cambios vertiginosos que se están produciendo y en los que el capital se mueve, lo que obliga al sindicalismo a replantearse modos y formas de organización y hacerlo atendiendo a las estrategias empresariales y a su nivel de organización, y el movimiento sindical no puede permanecer al margen de los cambios que se están produciendo.

P. Se habla mucho de mejorar la competitividad de las empresas; sin embargo, ¿no hay un riesgo de que esto se haga a costa del salario y de empeorar las condiciones laborales de los trabajadores?
R. El debate sobre la competitividad es otro de los grandes retos que debe afrontar el sindicalismo. Yo soy un convencido de que el país necesita empresas competitivas, y que éstas son imprescindibles para la sostenibilidad del sistema económico, pero esto es incompatible con el empobrecimiento de los salarios, por una mayor precariedad. La competitividad de las empresas tiene que ir de la mano de la formación de los trabajadores, de su implicación en la misma, de fondos para investigación, desarrollo e innovación, y esto, efectivamente, no tiene nada que ver con la precariedad laboral. Hay otro aspecto a tener en cuenta, y es «productividad social», que es muy importante y que está directamente relacionada con la calidad y la atención de los servicios públicos, que también redunda en la buena marcha económica de un país.

P. Con la globalización de la economía no parece que vaya de la mano la globalización de los derechos, ¿es inevitable esta dualidad de economía y derechos?
R. La globalización, tal y como se está produciendo, está siendo contestada por todo el movimiento sindical que defiende la idea de que otro mundo, otra globalización, es posible. Y afrontar esto requiere un movimiento sindical organizado a nivel global, capaz de articular respuestas globales y coordinar respuestas locales. En este aspecto juega un papel muy importante el modelo de negociación colectiva, pero también son muy importantes las reivindicaciones y negociaciones de carácter sociolaboral; y todo esto se debe hacer en el seno de una alianza estratégica de unidad sindical que favorezca el liderazgo del sindicalismo confederal y de clase que, necesariamente, pasa por aunar voluntades, necesidades; por establecer bases de cooperación y de consenso; por dirigir los procesos que garanticen la ampliación y el fortalecimiento de los derechos.

P. ¿Qué papel tiene el sindicalismo de clase en este contexto?
R. Ante todo tiene que restituir, incluso incrementar su protagonismo como referente para una cultura de izquierdas, que no es otra cosa que dar valor a la cultura de los derechos sociales, de los derechos colectivos presentes y futuros. Porque el sindicalismo de clase, a pesar de haberse definido correctamente, no lo tiene todo hecho; antes al contrario, tanto desde el punto de vista organizativo como desde el punto de vista estratégico, para estar a la altura de los tiempos y no permanecer en un presente cada vez más pretérito, tiene que comprometerse con seriedad y coherencia en la construcción del futuro.

P. El fenómeno de la inmigración, con lo que supone de integración social y laboral, ha pasado a ser una de las grandes preocupaciones de la sociedad, ¿cómo se puede afrontar ese problema?
R. En primer lugar, España no puede hacer frente sola al desplazamiento de la población, porque no estamos ante un proceso migratorio de carácter convencional, sino ante un auténtico desplazamiento poblacional como el producido a finales del siglo XIX. Por tanto, la Unión Europea debe implicarse en la solución del problema y también deben hacerlo los agentes sociales, y en concreto la Confederación Europea de Sindicatos, que en mi opinión debe promover un amplio debate sobre inmigración, en la perspectiva de elaborar propuestas para un marco común. Y se debe, tal y como ha planteado la propia CES, fortalecer el modelo social europeo. Esta política común debe articularse también con otras medidas de carácter global, y es ahí donde debe jugar un papel fundamental la nueva Confederación Sindical Internacional.

P. En los últimos tiempos se está produciendo una avalancha de ciudadanos subsaharianos hacia Canarias, ¿qué se puede hacer?
R. Esta es una inmigración motivada por la miseria, las guerras, las sequías y la falta de perspectiva en muchos países africanos que, sin embargo, saben, porque lo ven en la televisión, que a pocos kilómetros hay otra forma de vida mucho más confortable. Estoy convencido de que va a continuar, y la única forma de atajarla es impulsando la cooperación con los países de origen de los inmigrantes, pasando, entre otras muchas cosas, por generar riqueza en esos países, permitiendo el acceso a los mercados de los países ricos de los productos en los que son competitivos e impulsando el desarrollo de enclaves económicos en las costas de Marruecos o países subsaharianos. Considero que sin un Plan Europeo de Desarrollo del norte de África, con suficientes fondos públicos, es difícil que la inmigración disminuya, y es evidente que estas ayudas tienen que ir vinculadas a avances en la democratización y la lucha contra la corrupción en esos países.

Fundacion Sindical de Estudios

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