vie 29 sep 2006 07:15:00 CEST
El sindicalismo de clase como referente para una cultura de izquierdas
Rodolfo Benito: «El sindicalismo de clase
tiene que restituir, incluso incrementar, su protagonismo como
referente para una cultura de izquierdas»
Rodolfo Benito Valenciano es presidente de la
Fundación Sindical de Estudios y como tal está impulsando una serie de
trabajos, reflexiones y análisis sobre el futuro del sindicalismo y los
nuevos retos a los que debe enfrentarse motivados por la fragmentación,
la precariedad, la individualización de las relaciones laborales y
también sobre los efectos que esta situación provoca. En un reciente
trabajo se interroga si esta situación «¿desideologiza y genera algo
más que desorientación? Pues parece que sí, y su primera expresión, que
no la única, no es otra que la de amplios colectivos que están al
margen de los sindicatos. Este proceso de desideologización, de
desorientación ¿penetra en las direcciones de los propios sindicatos?,
este es, sin duda, otro de los riesgos». Entrevista publicada en Madrid Sindical (pulsar aquí para descargar pdf).
P. ¿Qué tiene que decir con respecto a la opinión de que los sindicatos están perdiendo capacidad de influencia en la sociedad?
R. Soy un convencido de la importancia del sindicalismo, no sólo para
la defensa de los trabajadores, sino como factor de estabilidad
democrática en cualquier país. No sé si estamos perdiendo capacidad de
influencia en la sociedad, o si estamos ante una crisis de identidad o
ante una encrucijada motivada, entre otros aspectos, por la realidad
cambiante de un mundo globalizado, con transformaciones de las
relaciones laborales y sociales que precisan nuevas formas de
organización y nuevas respuestas del movimiento sindical, pero es
necesario reflexionar sobre lo que está pasando. El sindicalismo de
clase es hijo de la revolución industrial, y en la actual sociedad
postindustrial debe adaptarse, asumiendo nuevas formas de organización
y de acción, y hacerlo desde los valores que le son propios: la
solidaridad, la igualdad, la justicia y la libertad.
P. Desde su punto de vista, ¿cuáles son las características fundamentales de esta nueva realidad?
R. La nueva realidad viene marcada por la globalización de las
empresas, la descentralización productiva, con la consiguiente estela
de mercado de trabajo fragmentado, altos niveles de desregulación,
precarización, subempleo, marginalidad y, en definitiva, una mayor
vulnerabilidad de la clase trabajadora, lo que obliga a una actuación
que fortalezca la acción sindical de carácter supranacional y también
localmente, porque en un mundo cada vez más interdependiente, para
garantizar los derechos que los trabajadores de sectores más poderosos
han conseguido, tienen que extender esos derechos a nuevos
trabajadores, porque los derechos sólo pueden defenderse si se hacen
extensivos a los demás.
P. Las tesis liberales, tan en auge en ese mundo globalizado, señalan
el diálogo y la concertación social como un lastre para el desarrollo
económico…
R. Los defensores del liberalismo trabajan en esa dirección, lo suyo es
potenciar el individualismo y la mercadería. Pero el papel del
sindicalismo es la lucha por la conquista de derechos y por su
consolidación. Y estos derechos no sólo se defienden en el marco de las
empresas; por tanto, el sindicalismo ha de reforzar su capacidad para
presionar, negociar y acordar, de unir voluntades políticas, sociales e
incluso mediáticas. Y esta lucha engloba naturalmente la defensa del
Estado del Bienestar, puesto en cuestión por los defensores del
liberalismo. En resumen, se enfrentan dos visiones del mundo y donde el
papel del movimiento sindical es imprescindible como factor de cohesión
social. En mi opinión, el sindicalismo confederal representa intereses
generales con claras raíces en la izquierda social, y esto lógicamente
está en las antípodas del liberalismo.
P. Gran parte de esos cambios están ligados al uso de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación. ¿Utiliza el
sindicalismo organizado estos recursos?
R. Creo que los utiliza de manera insuficiente, porque las tecnologías
de la información y la comunicación constituyen un sector emergente a
la hora de crear empleo y, además, la generalización de estas
tecnologías ha superado barreras de espacio y tiempo, incluso la
frontera de lo laboral, lo económico, lo social y lo político, y esto
afecta a los agentes que les representa. Por tanto, el movimiento
sindical no puede permanecer al margen de los cambios vertiginosos que
se están produciendo y en los que el capital se mueve, lo que obliga al
sindicalismo a replantearse modos y formas de organización y hacerlo
atendiendo a las estrategias empresariales y a su nivel de
organización, y el movimiento sindical no puede permanecer al margen de
los cambios que se están produciendo.
P. Se habla mucho de mejorar la competitividad de las empresas; sin
embargo, ¿no hay un riesgo de que esto se haga a costa del salario y de
empeorar las condiciones laborales de los trabajadores?
R. El debate sobre la competitividad es otro de los grandes retos que
debe afrontar el sindicalismo. Yo soy un convencido de que el país
necesita empresas competitivas, y que éstas son imprescindibles para la
sostenibilidad del sistema económico, pero esto es incompatible con el
empobrecimiento de los salarios, por una mayor precariedad. La
competitividad de las empresas tiene que ir de la mano de la formación
de los trabajadores, de su implicación en la misma, de fondos para
investigación, desarrollo e innovación, y esto, efectivamente, no tiene
nada que ver con la precariedad laboral. Hay otro aspecto a tener en
cuenta, y es «productividad social», que es muy importante y que está
directamente relacionada con la calidad y la atención de los servicios
públicos, que también redunda en la buena marcha económica de un país.
P. Con la globalización de la economía no parece que vaya de la mano la
globalización de los derechos, ¿es inevitable esta dualidad de economía
y derechos?
R. La globalización, tal y como se está produciendo, está siendo
contestada por todo el movimiento sindical que defiende la idea de que
otro mundo, otra globalización, es posible. Y afrontar esto requiere un
movimiento sindical organizado a nivel global, capaz de articular
respuestas globales y coordinar respuestas locales. En este aspecto
juega un papel muy importante el modelo de negociación colectiva, pero
también son muy importantes las reivindicaciones y negociaciones de
carácter sociolaboral; y todo esto se debe hacer en el seno de una
alianza estratégica de unidad sindical que favorezca el liderazgo del
sindicalismo confederal y de clase que, necesariamente, pasa por aunar
voluntades, necesidades; por establecer bases de cooperación y de
consenso; por dirigir los procesos que garanticen la ampliación y el
fortalecimiento de los derechos.
P. ¿Qué papel tiene el sindicalismo de clase en este contexto?
R. Ante todo tiene que restituir, incluso incrementar su protagonismo
como referente para una cultura de izquierdas, que no es otra cosa que
dar valor a la cultura de los derechos sociales, de los derechos
colectivos presentes y futuros. Porque el sindicalismo de clase, a
pesar de haberse definido correctamente, no lo tiene todo hecho; antes
al contrario, tanto desde el punto de vista organizativo como desde el
punto de vista estratégico, para estar a la altura de los tiempos y no
permanecer en un presente cada vez más pretérito, tiene que
comprometerse con seriedad y coherencia en la construcción del futuro.
P. El fenómeno de la inmigración, con lo que supone de integración
social y laboral, ha pasado a ser una de las grandes preocupaciones de
la sociedad, ¿cómo se puede afrontar ese problema?
R. En primer lugar, España no puede hacer frente sola al desplazamiento
de la población, porque no estamos ante un proceso migratorio de
carácter convencional, sino ante un auténtico desplazamiento
poblacional como el producido a finales del siglo XIX. Por tanto, la
Unión Europea debe implicarse en la solución del problema y también
deben hacerlo los agentes sociales, y en concreto la Confederación
Europea de Sindicatos, que en mi opinión debe promover un amplio debate
sobre inmigración, en la perspectiva de elaborar propuestas para un
marco común. Y se debe, tal y como ha planteado la propia CES,
fortalecer el modelo social europeo. Esta política común debe
articularse también con otras medidas de carácter global, y es ahí
donde debe jugar un papel fundamental la nueva Confederación Sindical
Internacional.
P. En los últimos tiempos se está produciendo una avalancha de ciudadanos subsaharianos hacia Canarias, ¿qué se puede hacer?
R. Esta es una inmigración motivada por la miseria, las guerras, las
sequías y la falta de perspectiva en muchos países africanos que, sin
embargo, saben, porque lo ven en la televisión, que a pocos kilómetros
hay otra forma de vida mucho más confortable. Estoy convencido de que
va a continuar, y la única forma de atajarla es impulsando la
cooperación con los países de origen de los inmigrantes, pasando, entre
otras muchas cosas, por generar riqueza en esos países, permitiendo el
acceso a los mercados de los países ricos de los productos en los que
son competitivos e impulsando el desarrollo de enclaves económicos en
las costas de Marruecos o países subsaharianos. Considero que sin un
Plan Europeo de Desarrollo del norte de África, con suficientes fondos
públicos, es difícil que la inmigración disminuya, y es evidente que
estas ayudas tienen que ir vinculadas a avances en la democratización y
la lucha contra la corrupción en esos países.
Fundacion Sindical de Estudios